Las Superpibas afrontaban el encuentro en un estado anímico y moral de ensueño, ya que dejaron atrás las semis con una remontada que será muy difícil de olvidar. Parecían tenerlo todo perdido ante Alejandra Salazar y Tamara Icardo, que ganaban por 0-5 en la tercera manga y ya acariciaban la victoria. Sin embargo, el público concentrado en La Cartuja -8.000 personas se dieron cita durante el sábado- fue testigo de una lección magistral de supervivencia.

Era la final que muchos pronosticaron antes del torneo, aunque si algo se vio en Acapulco es que puede ocurrir cualquier cosa en el circuito (Claudia Jenssen y Jessica Castelló ganaron por sorpresa e inauguraron su palmarés en la élite). Pero esta vez reinó la lógica: las número uno llegaron hasta el último puerto, donde tenían que lidiar con unas rivales que terminaron el 2023 a un nivel estratosférico y que vuelven a las andadas en el año actual.

Paula Josemaría y Ari Sánchez, quienes empezaron el 2024 con doblete Riad-Doha, sólo resistieron durante una hora y 12 minutos ante el huracán protagonizado por la andaluza y la argentina. Conscientes de que lo más complicado lo hicieron el día anterior, se enfocaron en divertirse sobre la pista y mostraron su versión más dominadora para minimizar las virtudes de una pareja sin margen de maniobra en la capital hispalense.

Este es el tercer trofeo seguido para González y Brea: vencieron en Puerto Cabello (Venezuela) a finales de marzo y repitieron después en Bruselas, lo que las consolidaba como claras aspirantes en tierras españolas. Este es el que más carga simbólica y emocional tiene, no sólo por lo ocurrido ante Salazar e Icardo, sino por los orígenes de Bea (El Palo, Málaga). De hecho, sacó una bufanda del club blanquiazul en la celebración de ese icónico triunfo.