Kaptagat, la humilde fábrica de campeones kenianos como Kipchoge o Kipyegon

Publicidad
Publicidad
Publicidad
Más
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Kaptagat, la humilde fábrica de campeones kenianos como Kipchoge o Kipyegon

Kipchoge, entre los líderes del grupo (gorra y zapatillas rosas).
Kipchoge, entre los líderes del grupo (gorra y zapatillas rosas).TONY KARUMBA / AFP
Entrenamientos diarios, vida austera y tareas domésticas compartidas: en este campamento de élite, estrellas como Eliud Kipchoge o Faith Kipyegon se preparan para poder deslumbrar en los Juegos Olímpicos de París.

Este pequeño complejo del valle de Rift, a 2.500 metros de altitud y rodeado de bosques y plantaciones de maíz, fue fundado en 2002 por el exatleta y luego entrenador Patrick Sang, junto a la agencia neerlandesa de representación de atletas Global Sports Communication.

"La idea era ayudar a los jóvenes atletas a desarrollar su potencial porque en Kenia muchos no tienen acceso a instalaciones o al apoyo de un entrenador (...) Es un lugar en el que los corredores de élite coinciden con los jóvenes, en un lugar gestionado por los atletas que se ha convertido también en una escuela de vida", explica Patrick Sang.

Uno de de los emblemas del lugar es Kipchoge, leyenda viva del atletismo keniano y que entrena allí desde su mera creación.

"Es el lugar más tranquilo que se pueda imaginar. Es un buen sitio para concentrarse, para entrenarse. Vivimos una vida sencilla, con las pies en el suelo", explica el vigente doble campeón olímpico de maratón, sentado en el jardín junto a una escultura en forma de coma, por el logotipo de su marca deportiva.

El maratoniano de 39 años ha realizado en Kaptagat la puesta a punto para sus grandes hazañas del pasado. No solo los títulos olímpicos en 2016 y 2021, sino también sus récords mundiales de 2018 y 2022.

En 2019 se unió al equipo que trabaja en este lugar Faith Kipyegon (ahora 30 años), que también aspira en agosto a un tercer oro olímpico seguido, en su caso en los 1.500 metros.

"Este lugar ha cambiado mi vida, mi carrera", afirma. "Es nuestra segunda casa. Entrenamos y vivimos como equipo. Estamos concentrados al 100% en correr", celebra.

Sacar la basura

Como los 25 residentes en el complejo, estas dos estrellas viven ahí de lunes por la tarde a sábado por la mañana.

El confort es limitado y los estándares están muy alejados de centros similares, mucho más avanzados tecnológicamente, de países como Estados Unidos.

Incluso durante casi 15 años, los propios atletas tuvieron que sacar el agua que necesitaban de un pozo.

En los últimos años, se ha instalado un sistema para tener agua corriente y se han colocado paneles solares. Se han añadido además habitaciones individuales a las habitaciones para dos personas. Ese es quizás el único signo distintivo del estatus de ciertos corredores en un lugar que se vanagloria de ser, ante todo, igualitario.

Kipchoge y Kipyegon figuran como los demás en el planning semanal de labores domésticas, entre ellas la limpieza, la preparación de las chapati (tortas de trigo) o los vaciados de la basura.

"Aquí no hay campeón del mundo o plusmarquista mundial, todo el mundo es igual", explica Laban Korir, 'presidente' del campamento. Fue elegido por sus compañeros y su labor es principalmente coordinar la acción de los diferentes "comités".

Esta vida en colectividad permite incluso revelar talentos ocultos: según la mayoría de los residentes, la reina del medio fondo Faith Kipyegon es la mejor también preparando las chapati.

150 km por semana

Lejos de sus familias y en un modo de vida casi autárquico, los atletas están dedicados por entero a su entrenamiento, que sigue un esquema común: de 16 a 20 km por la mañana y 10 km por la tarde, cuatro días por semana. Además hay una "long run" (carrera larga) de 30 o 40 kilómetros una vez por semana y sesiones en el gimnasio.

Las entradas al campamento están estrictamente limitadas, pero sí que hay corredores locales que se unen a las figuras en las carreras de entrenamiento por las rutas de los alrededores, con la esperanza de que algún técnico se fije en sus cualidades y les permite pasar a formar parte del equipo.

Después de sus entrenamientos, los atletas se quedan en el campeonato, descansan o se dan un masaje.

También pueden elegir un libro en la biblioteca, donde se pueden encontrar manuales escolares, las memorias de Barack Obama, 'Midnight Express' de Billy Hayes o las 'Meditaciones' de Marco Aurelio, entre otros.

No hay muchas opciones para distraerse. El teléfono móvil está prohibido durante los masajes y en el comedor.

A menudo se ve a los residentes en el jardín, hablando y riendo mientras toman un té keniano (con leche muy dulce).

"Hablamos de la situación del país, de política, de fútbol", cuenta Victor Chumo, que entrena en Kaptagat desde 2019.

"Aquí vivimos como una familia, con diferentes generaciones", explica Daniel Mateiko, en el campamento desde 2020.

"Aprendemos de nuestros mentores, nos ayudamos unos a otros y entrenamos con un mismo objetivo: alcanzar nuestros sueños", concluye.