España afrontaba el choque de este sábado como si de una final se tratase. Pese a que tenía cierto aroma de consolación porque el oro y la plata quedaban ya inalcanzables tras la dolorosa derrota frente a Hungría, lo que había en juego no era poca cosa: conseguir una meritoria medalla para ampliar el palmarés de un plantel que, sin duda, aspiraba al primer puesto.
Se reencontraban dos selecciones que ya se habían enfrentado en sus respectivos encuentros inaugurales del Mundial de Fukuoka, con una victoria ajustada para la Roja (14-16). Hasta 30 goles se celebraron en uno de los partidos más interesantes y atractivos que se han visto durante un campeonato que quieren adjudicarse tanto el combinado de Europa del Este como Grecia.
Los dos equipos mostraron una efectividad bastante pareja hasta el descanso, con porcentajes muy similares que provocaron ese 5-6 que seguía prometiendo espectáculo tras el entretiempo. Pese a la derrota provisional, los balcánicos hubiesen firmado mantener esa dinámica de haber sabido lo que iba a llegar en los minutos posteriores. El rendimiento en ataque, desastroso.
Serbia se quedó sin marcar durante el tercer cuarto y se reencontró con el gol cuando restaban tres segundos para que acabase el último. Mientras, su rival aprovechaba alguna que otra acción puntual para ampliar distancias hasta el 5-8 (incluso permitiéndose el lujo de fallar un penalti antes). Ya en el tramo decisivo, el 5-9 sentenció un duelo que estuvo determinado por el pésimo bagaje ofensivo de los jugadores del gorro blanco, que se tuvieron que conformar con la cuarta plaza.